Que cuenta uno y que el otro: el cuento que cuenta por que Elena Garro, la que le escribia cartas a Bioy Casares, ceso de hacerlo.

Resulta que Elena Garro, la mujer de Octavio Paz, se escribio durante décadas con Adolfito. ¿como cesò la inercia? En un reportaje Matilde Sanchez, escritora argentina, que la visitò en Cuernavaca -y dice Matilde, la ciudad donde murio Puig- cuenta la escena. Matilde es un par de años menor que yo y tiene libros editados por Alfaguara. El texto es impecable y fue publicado en Clarin.

Dice Elena a Matilde: 

 Con los líos de Tlatelolco, nosotras fuimos a escondernos a la casa de una criada, María Collado, en Colonia Juárez. Dejamos los gatos en la casa. La policía nos mató a tres con veneno, Humitos, Juan Lamas y Conradino, los que yo más quería. Entonces se me ocurrió la idea de despachárselos a Bioy: Adolfito -lo llamo, le digo-, es el momento de que te pida un favor muy delicado al que no puedes negarte. Un breve paréntesis. Hay gente que ama a los gatos y gente que ama a los perros. Es raro que se los ame indistintamente, esto es así. Se podría hacer toda una antropología según esta preferencia y es claro que semejante desacuerdo puede ser más engorroso que la mera infidelidad. Los gatos siempre fueron hijos dilectos de Elena. Figúrate que una vez se fue con cuatro gatos al Ritz de París y los tuvo una semana escondidos en el ropero, porfiaban en el D.F. Silvina siempre fue mujer de perros. Escribió un bello relato sobre los centinelas de Rincón Viejo (llegó a haber siete perros en la estancia) y un cuento tétrico sobre un gato embalsamado. Con este antecedente, Tomi, Anamaría, Maxi y Lafitte fueron embarcados en vuelo directo a Buenos Aires. Fue Helenita quien llamó inmediatamente al piso de Posadas para cerciorarse de que los gatos se encontraban bien. Me respondió Silvina de muy buen humor -contó Helenita-. Oyelos, están aquí, corriendo junto a mi cama. Nosotras le creímos. Un año después, José Bianco tuvo la misión de revelarles que los gatos, en fin, habían tenido una suerte de perros. Pepe nos dijo que Bioy era un hipócrita, que en realidad había mandado castrar a Tomi y abandonado a los otros en una hacienda de por ahí, en la barraca de los peones. Imagínate esos gatos de departamento en medio de todos esos gauchos salvajes. Los habrán pateado hasta hacerlos reventar! Mi madre estaba furiosa, nunca se lo perdonó. En efecto. Luego de colgar solemnemente la pipeta, Elena Garro dijo: Ese día se murió Bioy para mí. Ya no lo quiero

Ahora bien, Matilde Sanchez tiene la versiòn de Bioy y se la cuenta a Elena.

. Según él, Elena efectivamente lo llamó para anunciarle que remitía al gato Tomi (amarillo, precioso). Objetivamente, no existía la menor posibilidad de que este Tomi conviviera con nosotros en la calle Posadas -dijo entonces Bioy-. De manera que mandamos al chofer al aeropuerto y yo esperé la llegada del paquete en la estancia.Al abrir la jaulita, Bioy no encontró a Tomi sino un big-bang de gatos furiosos, neurasténicos por el largo viaje, que saltaron con las zarpas abiertas y se dispersaron por todos los ombúes de la llanura argentina. No pudo afrontar la confesión. Si por lo menos los hubiera mandado atrapar, se lamentaba Elena esa mañana. Pero si yo los mandé buscar -había dicho Bioy-. Pero es que el campo es tan grande. Y así los gatos de Garro fueron libres bajo los cielos de la pampa húmeda. 

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