si me fuera dado ser un poeta seria Tuñón

Porque me gusta su universo, tan de cosas basicas y necesarias y en cierto sentido tan argentino, aunque siempre haya un marinero extranjero, un burdel, un puerto.
Tuñon hace poesia como una madre hace un guiso en una cocina  con mantel de hule, vaso de vidrio, una loza cachada y saca maravillas humeantes de la olla y mata el hambre del mundo, es decir, de los que quiere.
Porque no es lamentoso, ni siquiera nostalgico, aunque pareciera sino legitimamente triste.Porque Tuñon es azul aunque eso no estè explicitado.
 Porque es triste pero no depresivo
Porque es algo ruso como la vodka que espera que la abra. Porque es abiertamente sexual sin ser bukowsky ni dios  lo quiera. Es sexualmente argentino, hasta dirìa pudoroso  (sirve cafe, Susana).
Tuñon da ganas de ser leido al lado de una fogarata envuelta en una frazada, cerca del mar, en invierno, con ruido de olas.
Porque amo cada una de las palabras que usa. Porque te da esperanza y desazon leerlo.
Porque es de otra època y no es obsoleto para mi corazon.
Porque habla de circos (aunque no me gustan los circos,  me dan miedo y algo de nausea y tal vez por eso) de mujeres baratas y maravillosas, de cosas con gusto a mar, de canallas, de ladrones, de muertes, de Triunfos.
Porque Tuñon espera la Revoluciòn. Y tambien que venga Blancaluz y lo ame.
Porque quisiera estar con vos en el Turquestan, porque simplemente el Turquestan es una bonita palabra.

Lluvia
A Amparo Mom

Entonces comprendimos que la lluvia también era hermosa.
Unas veces cae mansamente y uno piensa en los cementerios abandonados.
Otras veces cae con furia y uno piensa en los maremotos que se han tragado tantas espléndidas islas de extraños nombres.
De cualquier manera la lluvia es saludable y triste.
Sus tambores acunan nuestras noches y la lectura corre a su lado por los canales del sueño.
Tú venías hacia mí y los otros seres pasaban.
No habían despertado todavía al amor, no sabían nada de nosotros.
De nuestro gran secreto.
Ignoraban la intimidad de nuestros abrazos voluptuosos, la ternura de nuestra fatiga.
Acaso los rostros amigos, las fotografías, los paisajes que hemos visto juntos, tantos gestos que hemos entrevisto o sospechado, los ademanes y las palabras de ellos. Todo, todo ha desaparecido y estamos solos bajo la lluvia, solos en nuestro compartido, en nuestro apretado destino, en nuestra posible muerte única, en nuestra posible resurrección.
Te quiero con toda la ternura de la lluvia.
Te quiero con toda la violencia de la lluvia.
Te quiero con todos los tambores de la lluvia.
Te quiero con todos los violines de la lluvia.
Aún tenemos fuerzas para subir la callejuela empinada. Recién estamos descubriendo los puentes y las casas, las ventanas y las luces, los barcos y los horizontes.
Tú estás arriba, suntuosa y bíblica, pero tan humana; increíble, pero tan real; numerosa, pero tan mía.
Yo te veo hasta en la sombra imprecisa del sueño.
Oh, visitante.
Ya es seguro que ningún desvío nos separará.
Iguales luces señaleras nos atraen hacia la compartida vida, hacia el destino único.
Ni en nuestra carne ni en nuestro espíritu nunca pasaremos la línea del otoño.
Porque la intensidad de nuestro amor es tan grande, tan poderosa, que no nos daremos cuenta cuando todo haya muerto, cuando tú y yo seamos dos sombras y todavía estemos pegados, juntos, subiendo siempre la callejuela sin fin de una pasión irremediable.
Oh, visitante.
Estoy lleno de tu vida y de tu muerte.
Estoy tocado de tu destino.
Al extremo de que nada te pertenece sino yo.
Al extremo de que nada me pertenece sino tú.
Sin embargo yo quería hablar de la lluvia, igual, pero distinta, ya al caer sobre los jardines, ya al deslizarse por los muros, ya al reflejar sobre el asfalto las súbitas, las fugitivas luces rojas de los automóviles, ya al inundar los barrios de nuestra solidaridad y de nuestra congoja, los humildes barrios de los trabajadores.
La lluvia es bella y triste y acaso nuestro amor sea bello y triste, y acaso esa tristeza sea una manera sutil de la alegría. Intima, recóndita alegría.
Estoy tocado de tu destino.
Oh, lluvia. Oh, generosa.

Fuente: Raúl González Tuñón,













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