en verano te agarra la molicie, yo creia que andaba con la presion baja y dale que me compre un tensiometro y tenia 16, asi que ni se a que echarle la culpa. Hoy hizo un calor de infierno, y mis ideas originales fueron abducidas por los marcianos.
Por eso, en animo de refrito, un cuento que esta en mi libro, por eso los lectores fieles ya lo leyeron y si bien Mirta Legrand dice que el publico se renueva creo que no es verdad para el sirenas.
Igual por si hay algun desadvertido que no tiene el puto libro que regalè por ahi como una de esas pobres almas que reparten folletos en la calle (pero solo a gente fina), Conversaciones con N.

Conversaciones con N.

"yo se que no vuelve mas el verano en que me amabas
que es ancho y negro el olvido y entra el otoño en el corazón"
                                                                                                                                  Tonada del Viejo amor
Vuelvo a la Argentina, siempre me gusta pasar Navidad en los ritos del asado, y si bien tengo adiestrado un  boucher que nació en Rosario y me corta la carne a la manera nuestra, no es lo mismo sin mi gente de allá. Ahora  además quiero conocer a mi nieto, buena cosa para volver a casa, aunque siempre es difícil, ya esta dicho.
En este lapso zombie  entre el check in y el embarque me vino a la cabeza el tiempo en que hablaba con N.
Mis conversaciones con N. La conocí (es una manera de decirlo) en un lugar donde todo el mundo hablaba de la coyuntura política y ella supóngase, (no lo recuerdo), de algo así como de la manera de preparar un guiso de olla, lo mezclaba con la idea de un cierto orden cósmico que cuida como una madrina soltera las relaciones entre las personas, y ahora pienso que fueron las estrellas en el alto cielo las que finalmente determinaron el curso de mis conversaciones con N.
En esa época yo estaba en mil cosas: quería que el Fondo me editara mi primer libro, y todavía  esperaba algo de la beca Fullbright.
En N era visible  algún brillo. Una especie de purpurina que ella espolvoreaba así como así, si te das  cuenta bien y si no seguí adelante. Era una presencia entre rotunda madama y  humilde violeta. Al ver veraz, parecía decir N.Y como cuentan los lingüistas, para ver algo tenés que tener las palabras y ara que Ud. me entienda, donde alguien ve un jardín, un botánico ve distintas especies, cada una recortada de la otra, cada una con su estirpe botánica. Así pasa con las personas y yo tengo un don para eso. Y N era un alma buena.
En esa salón donde ambos circulábamos, confluimos –azar o destino- vaso en mano, encontramos un rincón, (no se como lo hizo, tendía trampas como un cazador solitario, en general soy muy cuidadoso, no suelo meterme en  camisa de once varas), y enredándome empezó a contar de un amor mexicano, un amor con sopapos de telenovela, donde sufría como Frida Kalho, como Chabela Vargas, un amor María Félix, pero siendo ella Agustín Lara.
Había algo nada trágico en su manera de contar cosas fuertes. Hablaba de suicidios, de abortos, de amores perros pero también, de juegos de la bolita en la vereda, de cosas livianas como un panadero soplado al viento. A veces el aire la elevaba y era una flor de cardo entre el aire matinal.  Podríamosdecir que era una princesa hindú del suburbio y aunque a veces daba miedo, otras daba risa. No era linda.
Sin citarnos (era hermoso) empezamos a coincidir en La Martona de la calle Esmeralda, sentados los dos en la  barra donde algunos empleados mal remunerados comían sus huevos fritos en pequeñas sartenes que ya nadie usa, gordos engullendo panqueques con crema y dulce de leche totalmente fuera de hora y olor a churrascos de paleta. Y ahí ella decía Trilce y yo picaba.
Nosotros hablábamos con N, mientras la gente hacia sus cosas.
Le gustaba enredarme como araña contándome de viajes que no había hecho, de libros obvios,  y también del gua y de la tierra,  de la luna y del fuego. Y mientras las bocinas de los autos y colectivos insultaban para que la gente  que boludeaba por Lavalle dejara paso al trafico por Esmeralda, y el mundo resistía, nos poníamos a  hablar de  cursos de  agua  reverberando por el barro, de la necesidad de que exista un vino especial para comer  chocolate, de los hijos que un día tendríamos y de cuando se acabaría la dictadura. Cada uno inventaba puntualmente su prehistoria. Dibujábamos relatos con tinta y la tinta es como la sangre, difícil de sacar. Por eso algunos de esos  relatos persisten. Yo siempre fui canuto con mis cosas y le daba información con cuentagotas, pero me gustaba escucharla y ella lo agradecía.
En tres meses fui perdiendo interés, cosas más importantes estaban adviniendo,  y me resultaba horrible ir a  La Martona, salía con la ropa llena de olor a carne a la plancha.  Además me estaba enamorando de la mujer que ahora esta en el free shop comprando regalos para llevar a casa. Un día me olvidé de N  y dejé de verla. Es la vida, hay cachos que quedan disueltos como azúcar en el café, y lástima no tener una foto, por que a veces me quiero acordar de esa época y ni siquiera me puedo imaginar mi cara en el espejo De ella me acuerdo la risa y no es poca cosa.
Después gané un par de premios, ya no vivo mas en Buenos Aires, y en cuanto a  N, vaya a saber que habrá sido. Pero cuando voy a tomar mate con orgullo argentino y miro el Sena  pasar bajo el Pont Neuf, me gusta recordarme en el tiempo de  N, cuando todo todo estaba por llegar, y su agua se arrastraba lamiendo con generosa lengua  mi tierra, y de cuando yo le decía que se sofrene  y ella se reía como un crío. Avisan que se puede embarcar. Menos mal,  ya  lo dije, siempre es difícil volver a casa. Tengo que sacar a mi mujer del free shop, un asado espera a su asador la noche de Navidad

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