Un poema demasiado largo. La viajera.


La viajera

Uno se repite. Es de Dios.
Porque las obsesiones no son tantas
Pero insisten, las muy perras.
¿Cuantos lugares?
Haré la nomina
(salvo error u omisión, ya se sabe)

París en la primera mitad del siglo XX,
como la pobre  Pizarnik que queria ir al café de Fiore
y no había Dios que le hiciera entender
que ya estaban muertos
los poetas que allì tomaban pernod.


Amberes por ese asunto de  los puertos
y la idea persistente
de hartarme de galletitas dinamarquesas
(las de las latas lindas)
sin que importe llenar las sabanas
de migas mantecosas e indigestas.

El Turquestan de  Tuñón,
por lo de Blanca Luz

Las fuentes de Roma que me mostrara el Lo se todo.
La tierra de los ancestros,
para encontrar lo que miraron
antes de emigrar

Praga: algo espero de la luz en Praga
de la luz y de ciertas escaleras en la calle.
Granada por Lorca
y Barcelona por las dudas.

Mar del Plata
siempre y cuando pueda volver
a aquel febrero
en que todavía no me había besado Jorge
y nos cruzamos  en la peatonal
y me gustaba tanto:
Yo tenia una venda en la cabeza y  13 años.

No es justo olvidarme de Rusia, la gris, tal vez Moscu, quien sabe
alcanza con caracteres cirilicos y un frio de tundra,de estepa
y sobretodos oscuros con cuellos de piel de foca.

Y Grecia
Supe tempranamente
 que allì la gente era feliz
y tomaba vino despreocupada

Buenos Aires por necesidad.
Buenos Aires tan mugrienta, tan mia,
tan subte, colectivo,tren
Y de Buenos Aires el corazón
no San Telmo, ni la Boca, ni el Obelisco
ni Lavalle con los cines
-y bien podria ser, allì está mi infancia-
nada de Corrientes con librerias
ni siquiera evocarla
cuando no dormía la calle.

El corazón está en el río,
en el acto de ver el río desde la costanera sury soñar el marEl corazón está en ese balneario que no existedonde ahora hay pastos y aves que migraron del Paraná
yo lo veo al rio
huelo su barro
veo los fantasmas de aquellas mujeres
-siguen riendo-
los amantes siguen tocándose
en el agua marrón los chicos se salpican,
fondo barroso,
y a veces el río se va lejos y hay que caminar
(y hay una huella del agua en el barro,
ondas que los pies perciben
como si fueran manos)
y es tan lindo
mas atrás, un parque de diversiones
y en el vendaval de tiempo pasado
tal vez hamacas voladoras, una calesita, poco mas
y saber de la existencia de las chapitas de cerveza
que se clavaran en el macadam
y que heladas bebidas colas
de nombres olvidados
estarán aguardando tus monedas
y se aguzas el oido
siempre el fondo de gritos de nenes
que se alejan de las madres
dispuestos a perderse
y ser robado por gitanas

Algo mío
quedó anclado ahí,
un recuerdo de andar en tranvía,
que de tan lejano, parece inventado.


La sangre de las sandias chorreando por las mesas improvisadas,
la sangre marrón del río,
y esta foto del Archivo General de la Nación
que acabo de ver y dice
Balneario Municipal, 1960




Nilda Allegri.



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